Ganadores de los concursos 2025 · Dibujos, relato corto y graffiti
En la noche del sábado, tras la actuación de la artista invitada por el Ayuntamiento de Arrabalde, la Asociación Cultural Castro de las Labradas realizó la entrega de premios de los concursos de la V Semana Cultural, además de una rifa solidaria para ayudar a los/as afectados/as por el fuego en los pueblos cercanos.
Fue un momento en el que se reconoció el esfuerzo y la creatividad de los participantes, en particular de las más jóvenes del pueblo, que destacaron con sus propuestas artísticas.
Los/as ganadores/as fueron:
En el VI Concuso de Dibujo
Dentro de la categoría de los/as más pequeños/as (4-7 años), el primer premio fue para la obra “Lali de camino a la presa Pin", de Arianne Ferrero Huerga.
En la categoría de los mayores (8-12 años), el primer premio fue para “Peña La Pipa”, de Valeria García Ferrero.
El segundo premio, para “Castro de Las Labradas”, de Daniela Sánchez Pérez y el accésit para “Bar Laurent", de Elsa Méndez Tejedor.
Sus obras, llenas de color, originalidad, fueron valoradas muy positivamente por el jurado.
Categoría de 4-7 años
Primer Premio - "Lali de camino a la presa Pin" - Arianne Ferrero Huerga
“Destaca su uso de la acuarela, la inclusión de distintos elementos naturales como el agua, la vegetación, la roca… además de elementos en distintos planos.”
Categoría de 8-12 años
Primer Premio - “Peña La Pipa”, de Valeria García Ferrero
“Destaca la representación de la sierra de Arrabalde con el uso de distintos tonos, que le aportan riqueza visual.”
Segundo Premio - “Castro de Las Labradas”, de Daniela Sánchez Pérez
“Esta obra combina la fauna con la naturaleza en un día soleado.”
Accésit - “Bar Laurent" - Elsa Méndez Tejedor
“Mención especial a esta obra, que, aunque no se ajusta a la temática sobre la naturaleza, refleja una escena cotidiana del pueblo y de sus habitantes, que resulta entrañable y que sirve como despedida para uno de los bares del pueblo que ya no se encuentra en funcionamiento.”
En el VI Concurso de Relato Corto:
Luís Llordén Santos, con su obra “Menos mal que me caí del avión”, sobre la cual el jurado comenta:
“Sorprende con una historia ingeniosa que convierte un accidente ficticio en la excusa perfecta para descubrir Arrabalde. A través de la mirada de un viajero, el texto nos lleva por paisajes, rincones y tradiciones del pueblo, con un tono fresco y cercano. El autor consigue, además, enlazar el entorno local con recuerdos de lugares del mundo, para finalmente subrayar lo esencial: Arrabalde es único gracias a su gente.”
Menos mal que me caí del avión
“Iba en mi aeronave en dirección a Oporto. Hacía mucho calor pues estábamos en verano e iba a aprovechar para viajar. Me gusta viajar por el mundo y este era un viaje especial para encontrarme con un amigo portugués. Venía de Viena, solo. El viaje iba tranquilo y me faltaba poco tiempo para llegar a la ciudad portuguesa.
De repente, se produjo un ruido raro que parecía venir del motor... ¡Me estaba cayendo! Vi un río envuelto por árboles majestuosos e intenté marear, como hicieron los americanos en el río Hudson, en 2009.
Cuando me acerqué a sus aguas, reparé que eran poco hondas y tenían piedras por el medio. Aún así, continué intentando marear, porque era mi única alternativa. Sin éxito, me despeñé contra las rocas.
Por suerte, no estaba muerto, pero quien me viera pensaría que había sido atacado por un animal.
Por un rato me quedé observando el avión y el río, que se asemejaba al río Don, que ya había visitado en Rusia. Cerca del río estaban unos chicos con sus bicicletas, que me recordaron los de los Países Bajos. Quedaron paralizados cuando vieron el pequeño monstruo en que me había transformado y el desastre que lo había provocado.
Sabía que estaba en suelo español, por lo que empecé a hablar mi mejor castellano.
- Buenas tardes - saludé. - ¿Hay un hospital aquí cerca?
- No... - me contestó un chico - pero te podemos dar los primeros auxilios y después pedimos ayuda para que te lleven al hospital de Benavente.
- Benavente queda a media hora de aquí - me dijo otro chico viendo que estaba perdido. Estamos en Arrabalde, en la provincia de Zamora.
- Gracias - agradecí.
Rápidamente me llevaron hasta un centro de salud dentro del pueblo. Me cuidaron muy bien y dijeron que, como había estabilizado y no estaba gravemente herido, no era necesario ir al hospital.
Después de reposar unas horas y de contactar con mi amigo de Oporto, hablé con la gente del pueblo para que me ayudaran a llegar a mi destino. Ellos dijeron que llamarían a un taxi, pero, antes de eso, me invitarían a visitar el pueblo.
- ¡Genial! Como viajante que soy, me encanta vuestra idea - respondí.
Entonces, como habíamos quedado, organizaron un viaje por el pueblo.
Empezamos bajando la cuesta hasta el río, donde aún quedaban destrozos de mi trágico accidente. El río que me recuerda al Don, como ya lo dije anteriormente, se llama Eria, según lo que me contaron. Estrecho y modesto, guarda en su esplendor una auténtica biodiversidad difícil de igualar.
Caminando un poco más (sí, no obstante, tenía fuerzas para hacerlo) pasamos por los campos agrícolas y las huertas verdes y amarillas que pertenecían a la gente del pueblo, mucha de edad más avanzada, pero aún así con fuerzas para trabajar en el campo. Cuando pasé por allí, me acordé del paisaje de la ciudad francesa de Tours.
Subiendo la cuesta, se veía cómo el relieve había transformado los métodos de construcción, haciendo con que la población construyera cuevas. ¡Me invitaron a comer en una de ellas! Se estaba muy bien allí, porque las rocas que la revestían provocaban una temperatura muy agradable en su interior. Esas bodegas me recordaron algunas que he visitado en Francia.
Llegados al pueblo, visité la iglesia en su interior. Vi cómo era exquisitamente decorada, imponiendo una admiración sobre el creyente apenas igualable a las mejores iglesias de España.
Atravesamos el pueblo y decidieron subir a la sierra de Carpurias, imponente, indomable, verde... Sobre todo, inmortal.
Para subirla fui en la parte de atrás de la bici de otro señor porque ya estaba muy cansado. Al subirla, aprecié la floresta que protegía la sierra, como en las montañas del norte del estado americano de New Hampshire.
En Peña La Pipa, vi cómo la naturaleza es capaz de producir el rostro humano a través de la erosión en la roca. Allí cerca observé como algunos alpinistas subían escalando la sierra, con su relieve inconfundible, que servía tanto para alpinistas como para ciclistas y caminantes. Los árboles seculares guardaban la memoria de toda la sierra, gravando en sus anillos los años de tormentas y sequías, los buenos y malos tiempos.
Subiendo hasta cerca de la bandera de España me presentaron una vista increíble sobre el pueblo y su naturaleza. Se podía seguir el curso del río por la biodiversidad vegetal que lo rodeaba. Se veían también los campos por donde ya habíamos pasado. La iglesia aparecía imponente en su esplendor. Los tejados naranjas de las casas del pueblo contrastaban con el verde y amarillo del restante paisaje. Ese paisaje me recordó la vista que tuve sobre la ciudad de Jaén desde sus montañas.
Después de todo este paseo, tuvimos que marcharnos porque ya era casi de noche y estábamos todos muy cansados, así que bajamos la sierra y llamaron a un taxi.
Agradecí todo el apoyo que me dieron y marché a Oporto.
En ese viaje de más de tres horas, me quedé hablando con el taxista sobre Arrabalde, diciendo que su río me recordaba al Don, sus niños con bicicletas a los de los Países Bajos, sus campos los de la ciudad de Tours, sus bodegas las bodegas francesas, su floresta de la sierra las florestas de las montañas del norte de New Hampshire y la vista sobre el pueblo la que he experimentado desde las montañas de Jaén. Después de esa reflexión sobre el pueblo de Arrabalde y de hablarle sobre todos los otros sitios del mundo que me acordaba, me parecía que esos elementos de la naturaleza de Arrabalde que había descrito no se asemejaban totalmente a los que me recordaba, por lo que concluí que Arrabalde es único, porque así lo son sus habitantes. Eso, porque es su gente que molda la naturaleza y el aspecto del pueblo, transformándolo, tal como ellos son, en un sitio único.
En el concurso de gaffiti
El ganador fue Alejandro Urueña Fernández.
“La obra presentada al concurso de graffiti transmite de forma clara la unión entre generaciones y el valor de nuestro patrimonio. El dibujo refleja muy bien elementos esenciales del pueblo: abuelos, nieto, iglesia y castro.”
Autor: Alejandro Urueña Fernández